sábado, 10 de mayo de 2014

La violencia destruye familias






LA REFLEXIÓN DE HOMBRES QUE HAN EJERCIDO AGRESIÓN CONTRA LAS MUJERES.


Santo Domingo
Perder a su pareja; separarse de los hijos;  no contar con un hogar; afectar su vida laboral y la estabilidad emocional son sólo algunas consecuencias que deja la violencia intrafamiliar, sea física, verbal, psicológica o patrimonial.
Jervis Manuel Torres, de 32  años; Aneuris Javier, y Juan García, de 52,  lo saben muy bien, porque vivieron la experiencia de la prisión por violación a la Ley 24-97, que sanciona todo tipo de violencia contra la mujer.
Cada uno con una historia diferente de maltrato hacia su pareja, concuerda en las consecuencias que deja la misma.
Tras recibir terapias, reconocer su comportamiento inadecuado y tener las herramientas que le permiten manejar la ira y conflictos de pareja, confiesan que se han dado cuenta de que su actitud les llevó a perder uno de los tesoros más preciados del ser humano, la familia. Los tres forman parte de los usuarios que reciben terapias en el Centro de Intervención Conductual para Hombres, donde asisten una o dos veces a la semana.
Fueron remitidos allí como medida de coerción impuestas por los tribunales, luego de ser sometidos por sus parejas por violencia de género.
COMUNICACIÓN AFECTIVA
“Estar en la cárcel del Palacio de Justicia fue frustrante”
“Si yo hubiese tenido la experiencia que tengo ahora hubiese sabido cómo manejar la situación mejor. Ese conflicto que pasó en ese entonces, no hubiese pasado”.
El testimonio es del joven Aneuris Javier, acusado en noviembre de violencia física contra su mujer, por lo cual duró un par de días preso en el Palacio de Justicia de Ciudad Nueva y luego dos meses en Najayo, como medida de coerción. Luego fue remitido al Centro de Intervención Conductual para Hombres.     
“Ya cuando uno tiene un poco más de experiencia, tiende a tener una comunicación más afectiva con su mujer, porque parte de los problemas que uno tiene vienen por la falta de comunicación, de la forma en que uno se expresa, y como uno se comunica”, expresa Javier.
Con la joven que lo sometió a la justicia tiene una niña de cinco años, que se quedó viviendo con su madre cuando él estaba en prisión. La niña extrañó su presencia. “Cuando me preguntaba donde estaba mientras guardaba prisión, yo le decía por teléfono que estaba trabajando”, dice.
Por el caso perdió su empleo. Dice que al principio cuando empezó a recibir las terapias se incomodaba, porque a veces no estaba de acuerdo con lo que le decía el especialista, pero que después fue comprendiendo.
“Eso lleva a uno a ser más pasivo y a aprender que el mismo derecho que uno tiene en la casa lo tiene la mujer ”, señala.
Reconoce que las terapias ayudan a crecer como persona, como pareja, en lo laboral y en lo familiar, porque contribuyen a saber cómo manejar una situación que se presente.
Le sugirió a su expareja que asista al programa, por lo que ahora van los dos. Por ello, no descarta una reconciliación. Aunque la negativa a sacar una cubeta de agua de una cisterna fue lo que provocó el acto que llevó a Javier a la prisión, el detonante fue una infidelidad suya, de cuya relación procreó un hijo.
Pese a que dice que su pareja estaba muy alterada después de esa relación extramatrimonial, él tampoco supo manejar el conflicto, por lo que una simple discusión se transformó en un rin, del que su esposa terminó con una herida en la cabeza.  Confiesa que esa relación extramatrimonial fue accidental y no perduró.
Precisa que antes tenían enfrentamientos verbales, sin llegar a la agresión física.
Estar en la cárcel del Palacio de Justicia fue una experiencia frustrante, pero cuenta que fue peor en Najayo, cuando vio como viven los reclusos, dormir en el piso, por lo que dice que por su mente pasaron muchas cosas negativas. Señala que cuando fue llevado al tribunal, se sintió muy indignado  “porque  ella le dijo a la jueza delante de mí que yo era un hombre violento, que yo la maltrataba, que era muy peligroso. Me sentí indignado en ese momento porque eso no era cierto”.
Salió de prisión porque la esposa desistió de la querella. El ministerio público continuó el caso, pero el juez le varió la medida de coerción, impuso garantía económica, impedimento de salida, presentación periódica y terapia en el centro conductual. Además, orden de alejamiento, prohibición de ingerir alcohol, y usar arma de fuego. De no cumplir, seguiría el juicio. 
LAS TERAPIAS AYUDAN
“Cometí muchos errores y me arrepiento”
La experiencia de tres días detenido en el Palacio de Justicia,  un mes en la Penitenciaría La Victoria, y varios meses de terapia en el Centro de Intervención Conductual para Hombres, han provocado que Juan de Dios García, de 52 años, se confiese como un hombre que sufría de celos enfermizos y de un alto sentido de posesión frente a su pareja.
Dice que pese a que tenía una formación cristiana, esos dos defectos le borraban todas esas enseñanzas llevándolo a tener un comportamiento agresivo, usando violencia verbal, física en cinco ocasiones e incluso un día tomó un cuchillo en la mano y la amenazó, aunque asegura que era con intención de asustarla, no de matarla.
Sastre de oficio, Juan cuenta que tras concluir una primera relación, se casó por segunda vez hace siete años, pese a tener una relación que desde el noviazgo arrastraba una realidad violenta.
El comportamiento agresivo se hizo más intenso con el matrimonio, al cual acudieron, pese a que una terapeuta de la iglesia que frecuentaban le había aconsejado darse más tiempo debido a que había descubierto en él una personalidad volátil.
La situación empeoraba más en momentos de grandes tensiones económicas.
Una vez agarró un cuchillo y la amenazó. Ella acudió a la fiscalía.
Lo llamaron y se presentó, donde, asegura, atendiendo a una señal de Dios confesó responsabilidad en el maltrato.
Luego lo mandaron al centro de Intervención Conductual para Hombres. Llegó allí en septiembre del 2012, donde empezó a recibir terapias tanto individuales como de grupo.
Asegura que allí  ha aprendido mucho, sobre todo a reponerse de lo negativo y tomarlo como experiencia; a saber cómo manejar su ira y a reconocer cuan violento era.
Ahora trata de recobrar su relación, despacio, pero está contento porque ambos están dando pasos para darse una segunda oportunidad.
Su relación es ahora más amigable, tanto con ella como con sus familiares, con quienes ha empezado a desarrollar una mejor relación.
Ve importante no tomar decisiones apresuradas en la vida; no dejarse llevar de impulsos, pensar despacio y en momentos de dificultades dejar que las aguas bajen.
“No me justifico, pero le confieso que en mi niñez sólo vi maltrato de parte de mi padre, que incluso fue años después que aprendimos a perdonarnos y empezar una mejor relación”. 
AHORA PIENSO DISTINTO
“Me di cuenta que perdí a una gran mujer”
“Hoy sé que todo lo que mi esposa me decía era por mi bien”,  con esta frase Jervis  Manuel Torres, de 32 años, admite que se equivocó en su comportamiento en su vida de pareja.
Dice que tenía un matrimonio de ocho años, con el que había procreado un hijo de tres años, pero que los últimos tiempos fueron matizados de mucha violencia de su parte, que dejó de lado la comunicación y empezó a molestarse por los consejos que su pareja le daba.
Cuenta que en el 2012 se agravaron los problemas. Se involucró en un proyecto político, donde no sólo invirtió los ahorros familiares, sino que empezó a descuidar el tiempo que debía dedicar al hogar.
Tras fracasar en sus planes, se vio endeudado, y en vez de escuchar lo que su esposa le decía para superar la situación, mejor se molestaba.
“Tampoco  conversaba con ella y hoy entiendo que era fruto del machismo, con que me críe, que me hacía creer que sólo yo tenía la razón”.
Recuerda que durante dos años mantuvo una tanda de  agresiones verbales hacia su compañera y  un día en medio de un forcejeo rompió todas los ajuares del hogar, recogió las cosas que entendía le pertenecían, incluyendo a su hijo, y se marchó.
Ella fue a la fiscalía a interponer una querella por violencia de género, le impusieron orden de alejamiento. El 23 de diciembre del 2012, fue apresado y estuvo detenido hasta el 26.
Esos días, asegura, le hicieron ver su culpabilidad. “Allí escuchaba a muchos hombres decir que cuando salieran matarían a su pareja, y eso me hizo reflexionar”.
Ella no permitió que le enviaran a la cárcel por más tiempo, lo cual agradece, y pidió que lo sometieran a terapias.
 Atendiendo a ello, entonces la fiscalía me remitió al Centro de Intervención Conductual para Hombres.
“No tenía idea de lo que se trataba, en principio venía obligado y me parecían absurdas y estúpidas las terapias de grupo”.
No obstante, asegura, que pasadas unas semanas empezó a aprender a manejar sus emociones; a identificar la conducta violenta; a conocer sobre el manejo de la ira y el lenguaje agresivo.
 Entonces comprendió cuán equivocado estaba y empezó a verlo como una oportunidad de cambio y crecimiento, asegura, entrevistado en uno de los salones del centro.
Dice que tiene sentimientos de culpabilidad y hoy está consciente que su esposa le aconsejaba por su bien.
Dice que reconoce que perdió a una gran mujer.
Actualmente está separado de su esposa, pero siente que tiene una oportunidad de reiniciar esa relación, porque sabe que ahora cuenta con las herramientas para llevarla adecuadamente.
 “La violencia destruye la familia, que lo es todo en la vida del hombre, pero en ese momento uno se ciega y no piensa en consecuencias”.
No se justifica, pero dice que viene de un hogar con mucha violencia; un padre de muchas parejas y con todas mantenía una relación de mucha  agresión. Empezó en el centro en febrero de 2013 y le queda un mes para completar el tiempo de terapias. Dice que lo aprendido le ha ayudado hasta en el trabajo que desarrolla. 
Una lección
Ellos aprendieron:
* Que la familia es lo más importante y que el apoyo familiar juega un papel fundamental.
* Que se debe buscar ayuda porque es muy difícil autoaconsejarse, sobre todo cuando se tiene mucho ego y machismo.
* Que la comunicación afectiva en la pareja es muy importante.
* Ven la necesidad de que la mujer también participe en las terapias.

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