miércoles, 21 de mayo de 2014

Mujeres sicarias.

He escuchado mucha desinformación últimamente en lo que se refiere al “género”, método de análisis que plantea que lo masculino y lo femenino son construcciones sociales, es decir, productos que se inducen a partir de los llamados “agentes de socialización”. ¿Cuáles agentes? Para empezar los medios de comunicación, las iglesias, la escuela, la familia, la comunidad.
Cuando se analizan los medios de comunicación, las telenovelas juegan un papel fundamental en la visión que tiene la gente sobre lo que son las relaciones entre clases (siempre hay una doméstica pobre, de quien se enamora el protagonista para horror de su familia) y, las relaciones entre hombres y mujeres, sobre todo las pasionales, están llenas de clichés, manipulaciones y mentiras.
Me temo que las telenovelas estén también fomentando cierto tipo de mujeres, las que hoy ya comienzan a evidenciarse como sicarias, aunque el sicariato en la generalidad de los casos ha sido moral. Es conocido que cuando un hombre que ha estado, o está, casado se interesa en otra mujer la primera reacción de la esposa es asesinar moralmente a la otra, no al “infiel”, o al que sencillamente ha dejado de amarla.
Las historias abundan: desde ir a la casa de la otra a “romperle to’ lo’trastes”, a mandar a alguien a que la insulte en su trabajo, o a desacreditarla. Recuerdo que cuando inicié la relación con mi actual pareja me fui del país y le dije: “Resuelve tu situación, que aquí las mujeres ven muchas telenovelas y siempre es la “otra” la responsable”.
Si no fueran tan grotescos y/o trágicos, los asaltos a la integridad moral de la otra se caerían por su propio peso, pues generalmente no resisten un análisis de la lógica. La otra, ¿es una ninfómana con multitud de hombres a cuesta o una lesbiana?.
De esos melodramas parece que estamos “progresando” ahora al sicariato real, es decir, a mandar a matar a la otra, caso de la tragedia que acaba de suceder, donde se asesinó por error a una muchacha contable porque se parecía a otra que se había enredado amorosamente con Julio Cepeda Ureña, (¡vaya Adonis!), mientras trabajaba en su empresa. La esposa, Sanhys Dotel , en vez de mandarlo a asesinar a él, quien fue el autor de la traición al compromiso que tenía con ella, recurrió al esquema tradicional: insistir en matar a la otra.

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