viernes, 23 de mayo de 2014

Tierra Adentro: la novela publicada en 1916, que narra la muerte de Ramón Cáceres.

(Prólogo a la edición publicada por el Archivo General de la Nación, por Alejandro Paulino Ramos)
Tierra adentro, de José María Pichardo (Santo Domingo, Tipografía El Progreso, 1916, 193 páginas), resulta una obra que ha pasado desapercibida para la generalidad de los estudiosos de la novela histórica dominicana. Narrada en tercera persona, su título nos lleva a pensar en una en un libro de costumbres campesinas que nada tiene que ver con la lucha por el poder, pero realmente narra los detalles de la muerte del presidente Ramón Cáceres a fines de 1911 y los conflictos armados desatados a partir de la arriesgada acción.
Aunque gran parte de la obra se desarrolla en la ciudad de Santo Domingo, así como en las zonas costeras de Puerto Plata y Matanzas, el autor tomó también como escenario a La Vega, eternizando un tiempo que hoy nos permite visualizar el ambiente político social y militar en que prevaleció la inestabilidad, fruto de los conflictos caudillistas que tuvieron su más cercano referente en el ajusticiamiento de Ulises Heureaux (Lilís), el 26 de julio de 1899.
Después de 15 años de guerras, conflictos políticos, presión internacional por la deuda externa, consolidación del capital foráneo, la muerte de Cáceres y las posteriores “revoluciones”, el período que se inició con el ajusticiamiento del tirano concluyó con lo que fue la ocupación militar del país ejecutada por los Estados Unidos en 1916.
La muerte del presidente, el 19 de noviembre de 1911, a manos de Luis Tejeras y otros implicados, marcó uno de los episodios responsables de la decisión  expansionista de los Estados Unidos, en un período matizado por la incidencia de la deuda externa, el resurgimiento del caudillismo, los conflictos armados  entre los bolos y coludos, y la instauración de un gobierno autoritario que si bien logró importantes niveles de organización estatal, pacificó el país y promovió el desarrollo tecnológico e industrial, lo hizo en beneficio de sectores extranjeros y  a contrapeso de fracciones de la alta sociedad dominicana, impedidos de acrecentar su poder y riquezas y de otros a quienes se les dificultaba la movilidad social, determinante para tener el control del Estado.
Los límites de esa movilidad social guardaban relación con la presencia de los Estados Unidos de Norteamérica y sus inversionistas en la República Dominicana, su control sobre los más importantes renglones productivos y la apropiación de importantes propiedades agrícolas, además de controlar las aduanas y las finanzas del Estado,  situaciones descritas en Tierra adentro como denuncia responsable del autor quien había vivido todas esas calamidades:
“Bajo la tutela yankee, que controla las rentas aduaneras y los millones de pesos destinados a obras públicas, sobrantes del empréstito hecho para refundir en una sola todas las deudas nacionales, según la Convención Dominico-Americana, tratado del cual no derivará la República ningún provecho, sino la amenaza perpetua de verse intervenida militarmente”
José María Pichardo, cuyo nombre se confunde con el de un restaurador mocano , que en ocasiones escribió con los seudónimos de Pausanias y Cinqueño, laboró como periodista del Listín Diario y fue cónsul en Miami durante la dictadura de Trujillo.  Se le reconoció en su época la condición de novelista y narrador de escenas costumbristas, además de poeta, y aunque anunció la publicación de obras que al parecer quedaron inéditas, entre ellas TrípticosEl Año trágico y La Intervención Yankee, de su autoría son conocidas Pan de flor (poemas, 1912), De pura cepa (cuentos, 1927), Flautas y cigarras (poemas, 1931), y Gallos y galleros (costumbrista, 1945).
De José María Pichardo y su novela Tierra adentro, dijo Carlos Franceschini  al recibir la obra:
“Pero es el caso que un nuevo libro me visita hoy, y al advertir que éste viene a hablarme de la patria, pienso en ella y en el autor, y me digo: sí éste ha sufrido sus dolores y ha aspirado sus perfumes, y por eso hoy la traduce y la canta, y entonces leo. Inmediatamente surge ante mi vista la campesina ingenua, la huerta florida, el galán enamorado—soñador y guerrero—el paisaje tranquilo que se destaca en medio de una vegetación exuberante bañado por el ardiente sol de nuestra zona, y en medio de todas esas bellezas tropicales, aparece el fantasma pavorizante de la intestina guerra, donde tantas almas inocentes han caído, roto el hilo de sus vidas, llevando en sus labios convulsos e inmaculados la palabra ideal. Nombre vano, engañosa palabra, bandera blanca que ha causado tantos rojos sacrificios.  El autor ha vivido en parte lo que traduce con elegante sencillez, envolviendo en un velo de pura fantasía la leyenda de Tierra adentro, donde se siente rebullir el espíritu atormentado de nuestra raza.”
El autor describe el ambiente político y cultural de la época, en un Santo Domingo con sus plazas, catedral, murallas y bastiones, y el ensanchamiento de la ciudad que no podía mantenerse constreñida contra las murallas,  sus calles centenarias, la destrucción de los monumentos nacionales y más allá al norte,  el comercio y la agricultura de La Vega, la vida campesina en Los Almendros, la producción agrícola de comunidades del Cibao, y la importancia de la comercialización de los llamados productos agrícolas tradicionales. Todo aparece en la novela histórica de José María Pichardo en medio de una trama de intereses contrapuestos que llevaron a miembros de las clases pudientes a terminar con la vida del presidente Ramón Cáceres, en el viejo camino de Guibia, ahora Avenida Independencia.
Tierra adentro como novela histórica, relata las causas que llevaron a un grupo de hombres de la alta sociedad capitalina a tramar la muerte de un presidente cuyo liderazgo tuvo su origen en el ajusticiamiento del general Ulises Heureaux, acontecimiento que lo catapultó a la política caudillista compartiendo con su pariente Horacio Vásquez su incidencia en la juventud soñadora; ambos tenidos como políticos que en cierta forma representaron las ansias de redención, capaces de impulsar el progreso y la libertad de los dominicanos; pero el signo de la política personalista terminó por separar a los dos héroes del 26 de julio, lo que contribuyó con el  trágico final del 19 de noviembre de 1911.

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