LA MÁS LONGEVA DEL PAÍS.
La mujer que Perú afirma es la más anciana del mundo quiere morirse pronto porque se aburre de no poder hacer casi nada y pasar sus días sentada en el patio de su casa, construida hace medio siglo en los Andes.
"Le pido a Dios que me recoja", dijo a The Associated Press Filomena Taipe, una viuda de 116 años, 12 hijos, 25 nietos y 35 bisnietos que todas las mañanas camina con extrema dificultad al patio de su casa apoyada en su curvo bastón de madera.
Sus cejas negras contrastan con sus cabellos cenizos. "Mis ojos todavía ven", dijo señalándolos con sus gruesos dedos de campesina y en quechua, el único idioma que habla y que es la lengua de la cuarta parte de los 29 millones de peruanos.
El Registro Nacional de Identidad de Perú dijo a AP que Taipe es la mujer más longeva del país y que nació el 20 de diciembre de 1897, fecha que ella recuerda con precisión.
Era una absoluta desconocida hasta 2011 cuando autoridades del Registro Nacional llegaron hasta Pucuto, un poblado campesino ubicado en la provincia más pobre del país llamada Huancavelica, en los Andes del sureste.
Los funcionarios confirmaron que Taipe no tenía documentos de identidad pero hallaron a un vecino de 84 años, Demetrio Bendezú Castillo, quien les aseguró que cuando era niño ella ya era una mujer adulta y con hijos. Ahora tiene documento de identidad y desde mayo cobra una pensión de 89 dólares que el Estado otorga a los pobres mayores de 65 años.
"El caso de doña Filomena Taipe resume el complejo problema de la indocumentación en nuestro país", dijo a AP en Lima Paola Fattorini, vocera del Registro Nacional.
En Perú ha sido un reto identificar a cada uno de sus ciudadanos, sobre todo en zonas remotas como los Andes o la Amazonía. Según datos oficiales actualmente 98,3% de los peruanos poseen documento de identidad.
Según su documento, Taipe es mayor que la japonesa Misao Okawa, la mujer viva más vieja del mundo según el libro Guinness, quien posee la misma edad que la peruana pero nació el 5 de marzo de 1898.
Taipe afirmó que no hay secretos en su alimentación, basada en lo que siempre tuvo al alcance de sus manos: queso, leche, papas, habas y maíz. Eso sí, nunca probó comidas enlatadas o en sobres.
Pasa la mayor parte del día sentada en el patio mirando una cadena de montañas y campos de cultivo de papas, populares en su zona. A veces recuerda a su marido, que murió hace décadas tras caerse de un barranco buscando leña.
"Yo vivo sola aquí, a veces cocino. Hay veces que mi hijo me trae la comida. Cuando tengo ganas cocino, si no tengo ganas, no", dijo con voz débil y acompañada de Valerio, su hijo más joven, de 75 años.
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