Percepción y expectativas.
Los resultados de la encuesta Gallup-Hoy dejan la impresión de que la aprobación dada por los encuestados al Gobierno del Presidente Danilo Medina ha sobrepasado las expectativas que se hizo al proclamar que gobernaría con el oído puesto en el corazón de la gente. 89% de aprobación es una proporción de respaldo respetable que, sin lugar a dudas, se inspira en la convicción de los gobernados, de que el mandatario interpreta en buena medida sus anhelos y trata de actuar en consecuencia.
La gente ha dicho en esa encuesta, con porcentajes abrumadores, que aprueba las iniciativas que procuran hacer valer las pautas para que nuestra nacionalidad pueda ser concedida a un extranjero, para que su estada en territorio nacional pueda ser legal y regular. Creemos que esa aprobación sería extensiva a la toma de decisiones en materia de seguridad ciudadana, lo que implicaría cambios profundos en estructuras como la Policía Nacional. Y enfrentar la corrupción de manera implacable.
Con tan alta dote de apoyo, el Presidente Medina debería sentirse estimulado a darle a este país el orden institucional que no ha tenido en mucho tiempo de vida republicana. La convicción captada por la encuesta indica que su estilo de mando sintoniza con las aspiraciones de un país que quiere someterse a un ordenamiento eficaz en todos los sentidos.
MONOPOLIO EN EL TRANSPORTE
El Estado dominicano dio un paso trascendental en enero del 2008, al poner en vigencia la Ley General de Defensa a la Competencia, la 48-02, que establece un completo régimen de libre y leal competencia. Y mucho antes que eso, ya existían normas que prohibían las prácticas monopólicas en las actividades comerciales. Sin embargo, un sindicato monopoliza el transporte de carga, llegando al colmo de impedir que los sectores comercial y productivo escojan sus medios para transportar su carga.
Aparte de las normas internas, el país es compromisario en numerosos tratados y acuerdos comerciales en los que se consigna que no puede existir monopolio. La persistencia de este mal es, desde luego, un precio que deben pagar los países en los que el clientelismo político sustituye la institucionalidad. El monopolio es una práctica odiosa y desfasada, que ya ha debido ser erradicada en este país.
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