lunes, 8 de diciembre de 2014

LOS ÁNGELES.- A finales de 2013, Kevin Holesh y su prometida se mudaron a vivir juntos en Pittsburgh (Pensilvania), un paso importante en una relación de 8 años que en un inicio no salió tan bien como esperaba por culpa de la adicción de ambos al teléfono inteligente.
Su caso está lejos de ser una rareza. La dependencia del “smartphone” se ha convertido en algo habitual en la sociedad moderna donde de media un usuario revisa su dispositivo 150 veces al día, según TomiAhonen Almanac, y el número de enganchados al móvil se ha disparado un 123 % en el último año, según la consultora Flurry Analytics.
“Yo me pasaba el rato en Twitter y ella en Instagram, siempre mirando fotos. No es que nos distanciáramos pero cada vez estábamos más distraídos. El iPhone tenía gran parte de culpa. Se estaba entrometiendo en nuestra vida en común”, aseguró a Efe Holesh, quien decidió tomar cartas en el asunto.
Para este desarrollador de software de 45 años el teléfono es una herramienta laboral, así que en vez de deshacerse de él optó por diseñar una aplicación que le ayudara a racionalizar su uso y así nació Moment, disponible gratuitamente para iPhone.
Moment registra el tiempo diario de uso del teléfono y permite establecer límites que sirven para que el usuario sea consciente de que está abusando del aparato.
Holesh logró rebajar a la mitad el tiempo diario que pasa utilizando su móvil, que ahora ronda los 40 minutos, lo que mejoró su relación de pareja aunque admitió que ni su novia ni él han “erradicado la adicción”.
“Hacemos más actividades sin estar conectados (al teléfono)”, apuntó.
Un estudio del pasado mes de abril realizado por Flurry Analytics estableció que un adicto a móviles (tabletas y teléfonos) es aquella persona que abre aplicaciones más de 60 veces por día, esto es seis veces más que un consumidor medio.
Entre marzo de 2013 y marzo de 2014 la cifra mundial de adictos se ha multiplicado un 123 % hasta situarse en 176 millones de personas, y todo apunta a que el número continuará aumentando mientras los “smartphones” sigan proliferando.
En EE.UU. 6 de cada 10 adultos tienen un teléfono inteligente, según un informe de enero de Pew Research Center, mientras que a nivel mundial el porcentaje apenas supera el 20 %. Las compañías del sector se afanan en reducir esa diferencia con dispositivos menos vanguardistas pero más baratos que encuentren acomodo en cualquier bolsillo.
El rol cada vez más trascendente que juega el teléfono como herramienta de interacción social, y principal fuente de acceso a internet para un tercio de los estadounidenses, ha derivado además en situaciones obsesivas de dependencia.
Una encuesta realizada en EE.UU. en 2012 por la tecnológica Lookout determinó que el 58 % de los propietarios de un “smartphone” no dejan que pase una hora sin echar un vistazo a su teléfono y un 73 % admitió sentir pánico ante la idea de no saber dónde está su dispositivo.
Esa ansiedad se ha bautizado como nomofobia (fobia a no tener el móvil) y el pasado mes de mayo psicólogos de la Universidad de Génova (Italia) pidieron formalmente que se incluyera como una patología en el manual de diagnósticos de trastornos mentales DSM-V.
Los proponentes argumentaron que este mal tiene características de epidemia, se han descrito casos en EE.UU, Europa e India, y actualmente hay un número limitado de tratamientos que combinan psicoterapia y medicación.
Aplicaciones como la diseñada por Kevin Holesh podrían tener un papel preventivo al establecer unos límites a la sobredosis de móvil.
Moment solo existe para el ecosistema Apple, pero los usuarios de Google Android tienen alternativas como Breakfree, que puntúa el grado de adicción, Offtime, que ayuda a programar tiempos de desconexión, o Menthal, que sirve para medir el uso que se le da al teléfono.

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