La magnitud de la crisis económica de Rusia, como consecuencia de la caída de los precios petroleros y las sanciones de los países occidentales, puede demostrarse con algunas cifras concretas.
Petróleo y gas representan dos tercios de las exportaciones rusas, que equivalen a unos US$530 mil millones. Sin esos ingresos, el país enfrentará un descomunal déficit en su comercio y tratos financieros con el resto del mundo.
Eso explica por qué el Banco Central de Rusia espera una salida de capitales de más de US$100 mil millones este año y el próximo.
El gasto público depende casi por completo de los ingresos vinculados al sector de energía.
Sin ese soporte, el gobierno de Vladimir Putin tendrá que incurrir en un endeudamiento de 10% por año, según proyecta el FMI (Fondo Monetario Internacional).
Con el gigantesco e insostenible déficit no petrolero en el sector público y el comercio exterior, resulta muy fácil entender por qué los inversionistas no quieren tocar el rublo ni con un palo.
A esto se suma el efecto que las sanciones impuestas por los países de Occidente a Rusia, para castigar a Putin por su aventura en Ucrania, complicándole aún más la situación a Moscú para poder salir del lío con su pequeña economía no petrolera.
¿Un gobierno desesperado?
No es de extrañar entonces que el rublo se haya reducido a la mitad este año, más o menos en línea con la caída del precio del petróleo.
Eso despierta el escenario de la inflación galopante, con precios que ya han subido 9% al año.
Y aun cuando la decisión del Banco Central de Rusia de incrementar la tasa de interés de 10% a 17% es “llamativa”, puede que funcione para frenar la caída del rublo.
Sin embargo, también podría reforzar los temores de los inversionistas de que el gobierno esté cada vez más desesperado e impotente frente a un tsunami de mercado.
Olas globales
Rusia todavía no ha colapsado.
A mediados de año el FMI proyectó que las reservas internacionales de Rusia equivalían a un año de importaciones. Eso podría haberse reducido a 10 meses en este momento, pero aún es una suerte de colchón para amortiguar la caída.
Pero ¿qué significa esto para el resto del mundo?
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