El vicepresidente de los Estados Unidos, Joe Biden, llegaría el martes en la noche a Santo Domingo en una corta visita para apaciguar los ánimos de República Dominicana y Haití, deteriorados a raíz de la sentencia 168-13, contrapesar los resquemores producidos por la reciente reunión de los presidentes Obama y Martelly, y respaldar al embajador James Brewester.
El embajador Brewester anticipó que su país está conforme con la actitud del régimen del presidente Danilo Medina en el manejo de la lucha contra el tráfico de drogas, mientras el jefe del Comando Sur de los EE.UU, general John Kelly, dijo en la Cámara de Representantes que la parte dominicana colabora en la contención de la inmigración ilegal desde Haití.
Al régimen dominicano y al presidente Medina en particular le viene bien la visita porque reafirma la buena reputación que tiene su administración en Washington, D.C., y el deseo del presidente Obama de seguir reforzando las relaciones con su socio principal en el área del Caribe, más ahora con turbulencias en Venezuela.
Al parecer el Departamento de Estado tomó nota del malestar, no expresado oficialmente, porque el presidente Obama recibiera recientemente al presidente haitiano Martelly, sin que se conociera aquí que la visita no fue por invitación sino a sugerencia insistente del Black Caucus, que fue vital en la elección del gobernante norteamericano y que defiende a Haití.
A EE.UU. le preocupa grandemente el crecimiento de la inmigración de haitianos a su territorio, lo cual ha tenido intensificación en los últimos meses pese al empeño de la Armada Dominicana, que con sus limitados recursos en barcos y lanchas rápidas, mantiene un ojo puesto en el tráfico de drogas y otro en la inmigración.
Hay que suponer que la parte dominicana no estaría conforme solamente con la visita protocolar como gesto de buena voluntad, sino que esperará algunos resultados concretos como serían anuncios en asistencia para fortalecer la Armada Dominicana, el sistema de salud, la protección de los derechos humanos, la seguridad y el apoyo a las minorías que predica el presidente Obama.
Postergan cita RD-Haití
La República Dominicana y Haití decidieron postergar para el próximo día 20 la cita que tenían en la histórica ciudad de Jacmel, la tercera después que comisiones de los dos países se reunieran en Juana Méndez, Haití y en Jamaní, para tratar los asuntos bilaterales y el delicado caso de la sentencia, con la mediación de algunos países amigos entre ellos Venezuela.
Biden al parecer traería el encargo de animar a la parte dominicana a llegar a acuerdos razonables con la parte haitiana respecto a la sentencia, tomando en cuenta el respeto a los derechos humanos que la administración Obama patrocina, así como los temas menos sensibles de salud, intercambio comercial y turismo.
Es difícil que el tema de Venezuela esté ajeno a las conversaciones que en privado sostendrán Medina y Biden en el Palacio Nacional, aunque se sabe que República Dominicana ha privilegiado mantenerse al margen de los problemas internos del país sudamericano con el cual mantiene excelentes relaciones y el acuerdo Petrocaribe para suministro de combustibles.
Para el régimen del presidente Medina es importante que se escuche al más alto nivel su posición respecto a esa sentencia 168-13, que emanó del Tribunal Constitucional, un organismo que no está entre las dependencias del Poder Ejecutivo, el principal razonamiento para desoír a quienes piden su derogación pura y simple. La Casa Blanca ha escuchado mayormente la posición del Black Caucus y de sectores que adversan la sentencia porque supuestamente es discriminatoria contra los ciudadanos haitianos. Alegan también racismo en el contenido de la misma ya que está muy extendida la impresión en EE.UU., de que en la parte dominicana se menosprecia a la gente de color.
Defensa a Brewster
Biden vendría a defender al embajador Brewster, un empresario que respaldó consistentemente la campaña Obama-Biden, sobre todo con la recolección de fondos, y que es activista gay, ante la campaña que algunos sectores, sobre todo religiosos montaron cuando se anunció que vendría como embajador y al informarse de su condición.
Brewster, contrario a los casos de otros embajadores de los varios que nombró el presidente Obama a finales del año pasado, conocía muchas cosas de la República Dominicana porque la había visitado varias veces, e impresionó a los senadores del comité de Relaciones Exteriores ya que sabía de las playas, la historia y el béisbol del país.
El comité lo respaldó y el Senado en pleno hizo lo mismo. Biden fue quien tomó el juramento del embajador designado, algo inusual reservado al secretario de Estado. Se cree que el vicepresidente agradecerá al régimen de Medina haberse situado sobre los prejuicios ancestrales del país respecto a las relaciones de personas del mismo sexo.
El aspaviento de algunos religiosos y políticos dominicanos respecto al caso del embajador Brewster no fue igual en otros diez países con embajadores gays nombrados por Obama. En España se designó a James Costos casado con un rico decorador. Los embajadores salientes, señores Salomón tomaron el caso con su grano de sal: “al llegar a Madrid se murmuraba que los Estados Unidos mandó de embajador a un judío. Estamos seguros de que al final su trabajo los definirá más que como una pareja gay”, dijeron sobre Costos y pareja.
El presidente Medina pudo haber demorado la solicitud de beneplácito para Brewster, pero ello hubiese sido inédito en las relaciones de los dos países, habría provocado que Estados Unidos degradara la jefatura de su misión a un encargado de negocios interino y mostraba que el gobierno dominicano alimentaba prejuicios y discriminación, confirmando sospechas e ignorando que el mundo ha cambiado.
Brewster se anticipó al rechazo, cosa que le había informado el Departamento de Estado y publicó un spot en los medios televisivos dominicanos en el cual se presentaba con su esposo, Bob Satawake. En su cóctel tras la presentación de credenciales, estaba presente la primera dama Cándida de Medina. A tres meses de acreditarse ya la pareja está en todas partes. La clase “socialité” se ha acomodado. No es difícil de olvidar que a raíz de su designación las críticas fueron crudas. El embajador Miguel Mejía, del grupo MIU, librepensador y una especie de “liaison” con los países totalitarios, notablemente China, Vietnam y Corea del Norte, repudió la designación, aunque él se desplaza en una yipeta norteamericana de 8 cilindros y es “habitué” de los mejores restaurantes asiáticos como un burgués inmenso.
En una carta al comité de Relaciones Exteriores del Senado, de seguro no autorizada por el gobierno dominicano que había otorgado el plácet, el embajador Mejía le dijo al senador Bob Menéndez, que al gobierno de Medina se le ponía en “una situación incómoda y delicada”.
El embajador Brewser afirmó tras su llegada que tenía una agenda muy definida para intensificar las relaciones políticas, comerciales y culturales con la RD; que no desdeña escuchar a los representantes de movimientos gays como hizo hace días en su despacho de la embajada, y más tarde en otro acto sobre salud.
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