Monina Solá, por supuesto, lucía mucho más relajada y alegre cuando hablaba del teatro que cuando se refería forzosamente a la intranquila vida política que vivió tras las cámaras, junto a su esposo periodista asesinado en la cárcel de La 40 en la Era de Trujillo y su segundo compañero, también perseguido por el régimen dictatorial y envuelto en conflictos armados y partidistas.
Todavía lleva el ángel de la actriz en las venas. Aunque algunas cositas del momento puede olvidar de repente, las que vivió a los cuatro años cuando se inició en el teatro en 1928 las tiene tan frescas que fue capaz de tararear la canción con la que debutó cantando y bailando: “Yo no quiero ser mujer, no, no, porque estoy muy bien así, siempre niña quiero ser, para reír y vivir…..” Al referirse a los secretos de la buena actuación, dice que lo que debe hacer todo el que quiera parecer real es olvidarse de quien es y de lo que le duele o le preocupa y meterse en el personaje, asumiendo los problemas de éste, las desgracias y las felicidades que les toquen en el escenario.
También indica que no se debe decir que no a un personaje por más difícil que sea, pues en el más incómodo y en el que te pueden burlar, acusar de mala, traidora o traidor, prostituta o desgraciada o desgraciado puede estar el éxito de un teatrista, porque en esos personajes hay que dar más y el público presta más atención.
Ella siempre prefirió los papeles de niña buena, de adolescente inquieta y despierta, pero explica que muchas veces tuvo que llorar y que en ese tiempo no se usaba la cebolla sino que había que sacar las lágrimas reales.
Cualquier persona lo puede hacer si hace un ejercicio de concentración y piensa, se imagina que es la persona sufrida, asegura.
Igual lo podría hacer si asume que es la persona que está bien, que nada le pasa, que es la afortunada, la que lo tiene todo, que le sobra amor, fama y dinero. Ese “truco de cámara” era el que usaba cuando tenía su cabeza llena de problemas por los conflictos políticos en los que estuvo envuelta su familia y, según asegura, le dio mucho resultado.
Explicando cómo se logra hacer un buen papel en una escena de teatro, cuenta que para ella fue muy fácil porque era hija de un actor, músico y escritor puertorriqueño muy consagrado en su trabajo, Narciso Solá, a quien veía actuar con mucha naturalidad y todo le salía bien.
Ahí obtuvo la confianza en sí misma. Su progenitor escribió las famosas obras “El intruso”, “No más yes”, “Un matrimonio a lo yanqui”, y “Temblor político”, siendo también el primer director de la emisora HIJ; cantaba, tocaba piano, guitarra y mandolina y fue miembro de la Sociedad Literaria Círculo Renovador, fundada en 1930.
También es el autor de la criolla “Mercedes Lourdes” y la canción “Noche sin par”, mientras que su madre, Dolores Vicioso Albert era actriz.
De su tía Luz Vicioso recuerda que fue la que la acompañó en su vida de aprendizajes en el teatro y la ayudaba a salir de los apuros en los que se metía con su marido cuando llegaba tarde de la noche a su casa después de haber participado en una obra teatral.
“Tú no te imaginas lo que era eso. Los hombres en esa época que yo viví eran celosos y no querían que sus esposas sean actrices porque los compañeros las agarraban y a veces había de darse besos y abrazos. Yo nunca tuve problemas, pero algunas sí. Una vez estaba una dándose un beso con un actor y el marido se levantó de la primera fila y se metió al camerino y se armó un rebú que ya tú sabes. La obra se tuvo que suspender y nada…, cosas del teatro”.
Respecto a su trayectoria comentó que a los cuatro años de edad (1937) debutó en el desaparecido teatro Independencia con Paco Escribano; a los 11 años fue formada por el dramaturgo puertorriqueño Emilio Aparicio, quien comenzó a dar clases en la Casa Baquero, frente al parque Colón y a los 14 años pertenecía al Teatro de Bellas Artes, donde hasta hace poco estuvo dirigiéndolo Franklin Domínguez.
Recuerda con nostalgia a sus compañeros Wilfredo César Nanita, Jesús Lisan, Ernesto Bobadilla, así como las 200 obras que escenificó tanto en radio como en televisión y en las tablas cara a cara con el público. “Yo era una muchachita, me decían la Shirley Temple dominicana y trabajé mucho en el Show del Mediodía ya siendo adulta”.
Al preguntarle qué es mejor: representar una obra o vivir la propia realidad, nos contesta que lo mejor es acostumbrase a su papel y de inmediato evoca lo feliz que era cuando se celebraba la Semana Aniversario en el teatro y le pagaban un sueldo 250 pesos.
“Eso era mucho en aquella época. Nos pagaban bien, una libra de arroz costaba 10 cheles y 15 y unos zapatos peso y medio. Era una época de gloria en el teatro y venían importantes figuras de todas partes, de México, Venezuela, Cuba, Chile, Colombia, Puerto Rico y Estados Unidos a instruir a los actores de aquí y a participar en las obras. Ellos traían sus bailarinas y cantaban, bailaban y actuaban para los dominicanos”, recordó.
Entre las figuras que citó estaban Tito Irizarry, María Félix, Jorge Negrete, Pedro Infante, Amalia Mendoza (La Tariacuris), Carlos Gardel, así como a sus profesores Eduardo Brito y su esposa Rosa Elena. Recuerda como sus compañeros de labores a Lulio Moscoso Espinosa, Antonia Blanco Montes, Silvia de Grasse, Negrito Chapuseax y Simón Damirón.
“Antes era todo cómico, a la vida no se le daba tantas vueltas, a la gente le gustaba divertirse sanamente y nosotros los actores y las actrices éramos saludables, no ambiciosos ni materialistas ni plásticos como hay mucha gente ahora. Ahora hay muchos cómicos, no comediantes, pero pueden llegar”.
Tras esta crítica, Monina Solá resalta y agradece que algunos actores y actrices jóvenes la consulten y le pidan que les cuente la historia del teatro y les enseñe trucos para sacar voces, formas corporales y convencer a la gente de un papel que parezca real.
LOS PREMIOS LA HACEN LLORAR
1976 Condecoración del Orden del Mérito de Duarte, Sánchez y Mella en el “Grado de Caballero”, impuesta por el presidente Joaquín Balaguer.
1976 Condecoración del Orden del Mérito de Duarte, Sánchez y Mella en el “Grado de Caballero”, impuesta por el presidente Joaquín Balaguer.
1982 Premio Talía de Plata como “Mejor actriz principal” en la obra teatral Los Borrachos.
1987 Imposición de la Orden del Mérito Embajadora del arte Dramático de parte del Consulado General de la R.D. Premio ACE (Latin Ace Award) Reconocimiento a su notable talento y dedicación profesional que enaltecen la clase artística dominicana.
1996 “Mejor actriz de año” en los Premios Casandra ’96, otorgado por la Asociación de Cronistas de Arte y la Cervecería Nacional Dominicana.
1999 Condecoración de la Orden al Mérito de Duarte, Sánchez y Mella en el “Grado de Comendador”, impuesta por el presidente Leonel Fernández.
2001 Premio ACE (Latin Ace Award) como “Mejor actriz” en la obra “Bailemos ese tango”, otorgado por la Asociación de Cronistas de Espectáculos de NY.
2006 Reconocimiento de la Policía Nacional por su “Gran aporte al teatro y al arte dramático”.
2007 Diploma de honor de la Secretaría de Cultura, declarando a Monina Solá “Valor Cultural Dominicano”.
2010 Reconocimiento del Ministerio de Cultura a la “Primerísima actriz dominicana Monina Solá por toda una vida dedicada al arte cosechando éxitos”.
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