Esta semana el Presidente Medina visitó líderes opositores consultándole sobre la ley de naturalización, mientras España despedía, multitudinaria y conmovedoramente, al Presidente que condujo la transición del franquismo hacia la democracia. Ambos hechos nos hicieron recordar la transición democrática dominicana tras el ajusticiamiento de Trujillo en 1961 bajo la presidencia del autor de “La Isla al Revés”, despedido masivamente con igual conmoción por dominicanos en 2002.
Estos paralelismos desfasados en tiempo contienen experiencias aleccionadoras para la difícil tarea que está constituyendo gobernar en el mundo democrático contemporáneo exigente de vocación concertadora en gobernantes y opositores conscientes de sus responsabilidades para-gubernamentales.
Nada se logra con gobernantes sin vocación concertadora ni con opositores que no proceden responsablemente frente a deberes nacionales.
Balaguer, decapitada la dictadura, fue objeto de oposición implacable. Propuso a opositores proseguir con las disposiciones constitucionales vigentes, completando el período para el que fue elegido concluyendo en agosto/62, previa convocatoria de elecciones en el plazo previo indicado constitucionalmente; planteamiento tajantemente rechazado por opositores “antitrujillistas” encubridores de intereses espurios que salieron a flote con el golpe septembrino de 1963, germen de confrontaciones fratricidas en 1965. Electo presidente en 1966, Balaguer invitó a la oposición socialcristiana, en su primer mensaje ante la Asamblea Nacional, a formar parte del Gobierno; invitación desestimada por quienes posteriormente la aceptamos hasta fusionarnos en 1983. En 1972 invitó públicamente al PRD boschista a un pacto bipartidista para alternarse el poder, propuesta rabiosamente repudiada.
En la transición española encauzada por Adolfo Suárez a la muerte de Franco, la oposición actuó madura y desinteresadamente. Suscribieron pactos endosados por el liderazgo empresarial y sindical en La Moncloa, sede y residencia del presidente del gobierno Español; enfocando no solo “la estabilización del proceso de transición al sistema democrático” sino el “saneamiento y reforma de la economía”.
Por estos pactos, la transición española fue más exitosa y menos traumática: Aprovechó instalaciones e instituciones vigentes. Ni siquiera fueron destruidos monumentos emblemáticos del “caudillo”.
Años más tarde, los opositores dominicanos moderaron su arrebato y suscribieron con Balaguer pactos, por la Democracia en 1994 con el PRD y Frente Patriótico en 1996 con el PLD; lamentablemente limitados a cuestiones políticas electorales sin contemplar la puesta al día de lo socio-económico; a pesar que el Diálogo Tripartido concertado en 1988 había iniciado importantes reformas que culminaron con notorios resultados fiscales en 1992.
Ojalá que la consulta iniciada por el presidente Medina sobre la ley de naturalización pueda servir de germen a la suscripción de un amplio pacto para garantizar la gobernabilidad de nuestra nación, sumida en mayores problemas fiscales, financieros, económicos. Y sociales.
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