domingo, 11 de enero de 2015

Por qué nos fascina tanto Kim Kardashian.



Vuelven los culos grandes, los de partir nueces con sentadillas. Están de moda y no hacen prisioneros. Cuanto más exuberantes mejor, una selva dorsal, hemisferios gigantes. Los ochenta trajeron tetas, hombreras y pelos fritos o cardados en un túnel de viento. Después llegaron las chifladas líricasel flequillo de Amélie y los cojines con el careto de Audrey Hepburn. Pero la vida se cobra su revancha y esos cojines son ahora aplastados por los glúteos de diosas amazónicas. Ya lo dice Pitbull: "We need all the ladies to hit the danceflo', culoooooo!". 

Los latifundios de nalgas vuelven a ser la posesión más preciada.Jennifer López culebrea sobre la grupa de Iggy Azalea como un niño embardunado de aceite en un tobogán del parque. Serena Williams ni siquiera cabría por la puerta de la tienda de ‘Empeños a lo bestia’. Nicki Minaj hace pilates en la selva nicaragüense para tonificar nalga.Beyoncé tiene a un ejército de diseñadores gráficos esclavos trabajando con sus fotos día y noche, dándole muy fuerte al tampón de clonar.Sofía Vergara podría sellar de una sentada el canal de Panamá. Todas ellas prepararon el terreno para que KK recogiera el fruto de la siembra y se alzara con el título de reina incontestable del booty. Hablamos deKim Kardashian, la “It Girl” absoluta. 

Si te conmueve el heroísmo hermético de la juez Alaya arrastrando un trolley a la entrada del juzgado, piensa que hay una persona condenada de por vida a arrastrar dos bultos de los que no te dejan subir a la cabina de pasajeros, bajo cualquier circunstancia, en una especie de castigo inacabable, como el contrato laboral de Jordi Hurtado con Televisión Española.

Nalgas que son un polémico milagro inestable, como la arquitectura de Calatrava. Tienen más peligro que el doble check azul de WhatsApp. Dos esferas tensas, como los carrillos de Kiko Rivera haciendo enjuagues con un colutorio de azufre. Mofletes de bebé chino gordo inyectados de bótox. En dos palabras: Kim Kardashian.

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