domingo, 22 de marzo de 2015

UN EXPERTO NOS HABLA DE NUESTROS FRUTOS Y VEGETALES.


Slavoj Zizek*, el llamado "Elvis de la filosofía", se refiere constantemente, al terminar sus recurrentes platicas, a tres casos paradigmáticos del sistema de producción y consumo capitalista. Según Zizek, en la postmodernidad nos encontramos ante tres situaciones que no se pueden explicar partiendo de las bases conceptuales del capitalismo financiero imperante en el sociedad del siglo XXI: los derechos de autor, el capitalismo "asiático" y la biotecnología o la manipulación genética de los alimentos.
De estos tres elementos sobresalen la biotecnología y los derechos de autor como evidencia de la falta de coherencia dentro del mismo modelo de crecimiento económico y el desarrollo político y social de las sociedades occidentales.  Los derechos de autor ponen en veda las redes sociales de comunicación masiva y representan un paradigma entre los derechos de libertad de expresión, la individualidad y el acceso a la información. Bajo este contexto la propiedad intelectual se vuelve cada vez más difícil de asimilar y legislar en el marco internacional.
Por el otro lado, la biotecnología es algo que no cuenta con un precedente o algo similar en el campo de la regulación internacional, por lo que su regulación y posterior legislación se han convertido en un tema controversial. Muchos países no han desarrollado leyes que permitan el consumo, comercio o incluso la siembra y distribución de Organismos Genéticamente Modificados (OGM). Para la mayoría de los países en vías de desarrollo la idea de manipular los genes de un organismo vivo es poco viable tecnológicamente sin embargo, la tendencia global apunta a que existe la aparente necesidad del ser humano de interferir con las especies que le rodean, es decir, existe una superioridad de nuestra cosmovisión ante la propia naturaleza.
Al referirnos al concepto de la biotecnología, necesariamente genera una reflexión filosófica, moral y ética en donde surgen preguntas como ¿Podemos adueñaros de la vida?, ¿Si hemos evitado el control de la vida (la esclavitud) es correcto adueñarnos de otras formas de vida? ¿Podemos o tenemos el derecho de poner un precio a la vida de una semilla?, ¿Cómo regularemos esta propiedad? Y ¿quién y bajo qué criterios debe ser el dueño?
La agricultura, surgió hace aproximadamente 6,000 años y es sin duda alguna el principal motor de la vida sedentaria y del consecuente proceso de la estratificación social que ha desembocado en la civilización moderna. Fue la agricultura lo que fomentó el desarrollo de las culturas madres, lo que generó nuestros mitos y costumbres, lo que promovió nuestro desarrollo como especie y al final, lo que nos hizo humanos. El suelo es la base de la vida en la tierra, la vida terrestre se debe a unos cuantos centímetros de Humus. Es esta pequeña capa de la biosfera lo que permite nuestra existencia.
Sin embargo la agricultura, al menos a gran escala a transformado la biosfera de manera negativa: El proceso de la agricultura industrial es una de las prácticas más dañinas en el planeta. Actualmente se pierden cerca de 25 millones de acres de tierra arable debido a la salinización. Consumimos cerca de 250 a 650 toneladas de agua para producir una libra de arroz, mientras que para producir 80 kg de carne se requieren 10.8 toneladas de cereales. El consumo de productos animales crece en un 2.1% anual, mientras que la humanidad crece en un 1.6%. En estos números se refleja una parte importante que es la desigualdad de la distribución alimentaria en el mundo en donde los animales consumen más cereales en los países industrializados que las personas en los países del tercer mundo.
Hoy la producción de los llamados Transgénicos u OGM representa una fuerte amenaza para la vida sobre la Tierra, pero al mismo tiempo constituye una increíble oportunidad de producción a una nueva gran escala facilitando la alimentación de un número elevado de personas (o al menos esa es la percepción que se tiene de ello). El debate entre las beneficios y las amenazas de los OGM genera constantes controversias: los beneficios van desde la implementación de monocultivos para producir más alimentos y alimentar a una mayor cantidad de personas, la implementación de agroquímicos y fertilizantes de manera más generalizada y con una visión productiva y la retención del germoplasma o ADN de los diferentes cultivos alrededor del mundo.
Sin embargo, podemos desmentir cada una de estas premisas. La implementación de los llamados "Desiertos Verdes" o los monocultivos práctica que consiste en sembrar la misma especie en miles y miles de hectáreas, quebrantando el proceso de resiliencia de la tierra y eliminando sus propiedades, genera una importante pérdida de biodiversidad ya que al sembrar este tipo de cultivos se pierde de manera irremediable la diversidad de especies que se sustituyen por el monocultivo. La pérdida de diversidad cultural alimentaría, el control intelectual de la comida e incluso el uso de las semillas y plantas destinadas a otras actividades como la creación de biodiesel representan un potencial cataclismo de gran escala en la civilización, ya que su presencia amenaza la diversidad genética de las especies y el proceso de adaptación y selección natural que ha tardado millones de años en complejizar la vida en la tierra.
La siembra de los monocultivos, no sólo afecta a la calidad y las propiedades del suelo, sino que también es un fuerte indicador de deforestación y de pérdida de biodiversidad. Hemos perdido un tercio del suelo fértil de la tierra en tan sólo 100 años, debido a la salinización y a la erosión de la tierra. Los monocultivos están condenados a colapsar, ya que el uso extensivo de los mismos inevitablemente terminaría con la resiliencia del suelo. Asimismo es importante recordar que no existen pruebas de que la implementación de estos monocultivos genere una mayor producción de cultivos. Después de un determinado número de siembras la tierra pierde su capacidad productiva ya que no existen los medios de subsistencia y resistencia del ecosistema, sino, un proceso de erosión continua debido a la explotación del suelo.
El suelo, por otra parte, tardó miles de años en desarrollarse por medio de una renovación constante de si mismo. El Mycilium, por ejemplo, es una de las principales fuentes de la renovación del suelo, se encarga de reciclar los materiales que depositamos en él. La demanda de alimentos, dada la alta densidad demográfica del siglo XXI, ha hecho que nuestra relación con el suelo se vuelva cada vez más compleja.
La cosmovisión de consumo y derroche ha llevado a que nuestra actitud hacia el suelo, al igual que las especies de flora y fauna, sea de extracción y explotación. Las ciudades, ríos y lagos de cemento, inerte, reflejan las bases de nuestra increíble disfunción con los procesos de la naturaleza en la modernización de nuestras ciudades y urbes. La creciente demanda de esta cosmovisión en desequilibrio por los bienes materiales ha fomentada la alimentación de origen transgénico. Es en este contexto que podemos incluir el papel de las empresas transnacionales en el desarrollo del la biotecnología y los OGM.
Compañías como Monsanto o Nestle que se benefician del uso de los monocultivos, han generado un desbalance en las áreas naturales, ahora utilizadas para la cosecha de alimentos transgénicos. Los fertilizantes y pesticidas utilizados por Monsanto como el compuesto Roundup o Glyphosate calificados como "biodegradables", son parte de este consumo de OGM, en donde el uso de pesticidas genera un desequilibrio en el ambiente y es por medio de estos que se puede dar la producción masiva de los alimentos transgénicos. La actual política de estas empresas es que el uso de los transgénicos, junto con los herbicidas, serán la única forma de proporcionar a la población mundial suficiente alimento, sin embargo no se ha presentado ningún indicio de que la siembra de semillas transgénicas genere una producción sustancialmente mayor a la agricultura tradicional.
El gran número de especies extintas se ha exacerbado en las últimas décadas conforme se han incrementado las practicas humanas (la agricultura, ganadería y la industria principalmente), al grado de perder entre 4 y 5 especies por día. Esto ha desequilibrado fuertemente el proceso natural de supervivencia de millones de especies e incluso ha eliminado y destruido ecosistemas sumamente complejos de manera irreparable. El número de especies extintas se ha incrementado entre 26 y 100 veces más rápido que el ciclo natural de vida.
Las prácticas humanas, fomentadas por la creciente demanda del sistema de producción industrializado, han generado un desequilibrio ambiental. El proceso de producción, enfocado a incrementar el capital, se ha logrado por medio de la explotación y destrucción progresiva del capital natural y humano. Sin embargo, el mercado que pone precio a este capital, constantemente ha evitado integrar las externalidades negativas de sus producciones en donde se estima que los servicios provenientes de la biodiversidad serían equivalentes a entre 16 o 54 trillones de dólares, es decir, entre el 25 y el 83% del PIB mundial.
Es importante señalar que cinco países a nivel mundial (Estados Unidos, Canadá, China, Brasil y Argentina) son responsables de la producción de más del 95% de los productos transgénicos en el mundo. Países megadiversos como es el caso de México se enfrentan a un problema ya que los acuerdos de comercio (principalmente con Norte América) prohíben las restricciones al comercio, dando paso a que más de 114 millones de hectáreas en los países del norte que se presenten como una amenaza inminente a la biodiversidad y a las tradiciones y cultura de el resto de los países, mientras que la gran biodiversidad de flora y fauna se ve amenazada.
En México, Monsanto está presionando al gobierno para que se generé una siembra "piloto" con la concesión de 117 permisos de siembra de maíz transgénico a pesar de que está prohibido por la Ley y se ha demostrado, científicamente, que los monocultivos no son más efectivos que la siembra tradicional y tienen consecuencias negativas en la salud humana. Si se aprueban dichas conexiones, se violentará una de las cuatro tradiciones declaradas como patrimonio cultural de la humanidad de México: la de la comida Mexicana y al mismo tiempo se afectará una tradición estrechamente ligada con los pueblos originarios del país (la rica diversidad cultural).
En concusión, debemos recalcar que el desarrollo del sistema de producción industrializado ha arrojado a los humanos fuera del contexto natural en el que viven. Está claro que el sistema de consumo de los últimos 160 años ha incrementado a niveles exponenciales la población del planeta. Sin embargo los recursos no son infinitos como alguna vez pensaron nuestros antecesores. Replantearnos nuestras bases de formación ética y moral, por medio de la toma decisiones es de donde debe surgir el cambio. Debemos buscar el desarrollo de políticas públicas mejor implementadas, presionar a nuestros gobiernos (principalmente en América Latina, donde la biodiversidad de parte del patrimonio cultural) para evitar la entrada de estos "desiertos verdes" y rechazar completamente a los transgénicos de nuestras dietas como consumidores.

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