La Biblia es el libro más leído, vendido y traducido, de toda la historia de la literatura. De sus páginas se han extraído argumentos para el teatro, la novela, la poesía. Todos los días alguien, en algún lugar del mundo, saca de la Biblia, así sea un proverbio. Los textos del Antiguo Testamento sirvieron en la Edad de Bronce, en el Medioevo, en la época moderna; y son igualmente útiles en el actualidad. En adición a su reconocido valor histórico o religioso, la Biblia puede ayudar al sociólogo, al político, al pensador. Contiene las situaciones humanas que se repiten eternamente. Por eso ambos testamentos han sobrevivido durante milenios.
Desde las primeras líneas del “Exodo” el lector comprende que el pueblo hebreo, cautivo en Egipto, era tan numeroso que el faraón temió que pudieran confabularse con sus enemigos. Por este motivo los gobernantes egipcios ordenaron a las comadronas judías que sacrificaran a los varones recién nacidos y dejaran vivir solamente a las hembras. Las comadronas, felizmente, no cumplieron la orden. El faraón confrontaba un problema “demográfico”… que era también político y social. El mismo conflicto que se reproduce en Chipre, en Macedonia, en Chequia, en Serbia. Y en cualquier país que dé “alojamiento” a una población con distinta cultura, lengua, religión, costumbres. Después de muchas “plagas”, el faraón permitió la salida de los judíos de Egipto.
Pero al quedarse “sin mano de obra” esclava, los egipcios se arrepintieron de haber autorizado a Moisés a llevarse a su pueblo al desierto de Sinaí. Entre la “necesidad económica” o laboral, y la “inseguridad política”, se desarrolla la historia de Moisés, el niño salvado de las aguas, el gran legislador de los judíos, el redactor del Pentateuco. Cuarenta años tardó Moisés en llegar a la “tierra prometida”.
Esta historia es parecida a la que vive hoy la República Dominicana. Los autobuses que llegan desde Puerto Príncipe, Jacmel o Mirebalais, portan un rótulo que dice “Exode”. Los empresarios dominicanos dependen de la mano de obra extranjera barata; y los gobernantes de nuestro país sufren las mismas presiones y vacilaciones que los faraones del antiguo imperio egipcio. (Reproducido, por petición, de mi libro “Pecho y espalda”,
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