martes, 22 de abril de 2014

Trujillo no paga la deuda pública

Desde que el papa Gregorio XIII formó una comisión de cardenales para difundir el catolicismo en tierras donde los nativos pensaban diferente, la propaganda se usa de manera efectiva para fijar ideas sanas, también para engañar, como Hitler en Alemania hasta que finaliza la Segunda Guerra Mundial, se consolida en el poder vendiendo ideas desequilibradas con el monopolio de la comunicación masiva.
Trujillo se presentó al Congreso Nacional el 17 de julio de 1947, para informar al país que estaba pagando la deuda pública ascendente a US$9,401,855.55, una mentira que intelectuales de la época y la publicidad apabullante se encargaron de consignar como hecho histórico. Por varios años Leonel Fernández se hizo dueño absoluto de la publicidad para establecer la fábula del progreso, pero duró poco, se demostró que la sociedad había retrocedido, aumentó el número de pobres y la deuda pública más que se duplicó.
Trujillo nunca pagó la deuda pública, lo que hizo fue cambiar de acreedor, el lugar de los tenedores de bonos en el exterior lo ocupó el Banco de Reservas. Aprovechó que la moneda dominicana había entrado en circulación en 1947, con el valor de un peso igual a un dólar, para cambiar la composición de la deuda pública, de externa a interna, de bonos en dólar a bonos en pesos que vendió al Banco de Reservas.
Prometió recogerlos un año después, cosa que no hizo pudiendo hacerlo, le sobraba liquidez, la presión tributaria había aumentado de 2.73% en 1931 a 15% en 1947, por los ingresos tributarios, que de $7.2 millones en 1931 aumentaron a $12.2 millones en 1940 y a $73.8 millones en 1947, debido a los aportes de la industria azucarera. Desde 1947 y hasta hoy día el gobierno ha sido el mayor depositante y también el mayor deudor del Banco de Reservas.
Para el historiador los documentos son sus materias primas, pero por sí solos no constituyen historia; los datos deben elaborarse. Cuando se revisa la circunstancia prevaleciente cuando Trujillo pagó los bonos en dólares, que habían sido emitidos por el gobierno militar en 1922 y el de Horacio Vásquez en 1926, se concluye que la operación no fue conveniente para las finanzas públicas. Liquidó una deuda que vencía en el largo plazo (en 1967) para asumir otra de corto plazo y a la misma tasa de interés (5%). Además, el pago no solo dejó al país sin liquidez internacional, de US$7 millones era el balance disponible del Banco Central en 1947, sino que debía endeudarse en dólares por la diferencia (US$2.4 millones). Y sin motivo para hacerlo, se había recuperado la soberanía de las finanzas públicas en septiembre de 1940, con la firma del Tratado Trujillo-Hull, que eliminó la Receptoría de Aduana y la necesidad de tener autorización previa del gobierno de los Estados Unidos para modificar impuestos y aumentar la deuda pública.
El pago, que fue un error, debió quedarse como un mero dato del pasado, no tenía la categoría de hecho histórico, pero Trujillo dispuso que lo tuviera, que se honrara su memoria con un monumento que dijera la mentira que había pagado la deuda pública. Y así se interpreta en los textos de historia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario