En ocasiones, tanto la conciliación y mantenimiento del sueño,
como la calidad de éste y la ausencia de fenómenos que lo perturben,
se convierte en una empresa de difícil conclusión, habida cuenta de
los múltiples eventos que pueden perjudicarlo. Y es que el sueño,
motivo básico por lo imprescindible, necesario para el buen orden de
tan gran número de funciones tanto psicológicas como orgánicas, se
ve afectado y aun disminuido, cuando no alterado, por la presencia de
numerosas manifestaciones de diversa índole. Es evidente que las
reacciones emocionales, en cuanto experiencia que afecta al individuo
en un tan amplio espectro de su existencia, van a influir y condicionar
el dormir en sus más amplias manifestaciones.
De entre todas ellas, la ansiedad posiblemente sea una de las más
perturbadoras, tanto para conseguir dormir, como para mantener un
sueño reparador. A la difícil relación entre ansiedad y sueño nos
vamos a referir especialmente en nuestra exposición, si bien debemos
hacer constar sobre la inconveniencia, por inviable, de desligar
absolutamente las reacciones de ansiedad de otras experiencias
afectivas como depresión por ejemplo.
En estos preámbulos previos a la exposición en los que nos
encontramos, bueno nos parece detenemos siquiera someramente en
la descripción de algunas de las características principales del sueño
alterado que puedan enmarcar nuestro trabajo. Omitimos hacer
referencia a las propias de la ansiedad, por cuanto han sido
abordadas con profundidad en estas mismas Jornadas.
2. El sueño y sus trastomos
2.1. Un breve acercamiento a la experiencia dormida
Con la excepción de las etapas evolutivas correspondientes a la pri
mera infancia y con frecuencia en la vejez, los estados de sueño y
vigilia acontecen en el ser humano caracterizándose como un ciclo bifásico marcadamente circadiano. Si bien parece que el ritmo
endógeno correspondería a un período de veinticinco horas (en lugar
de veinticuatro), diferentes zeitgebers, es decir, sincronizadores
externos, de los que la luz es el más significativo (aunque no el único,
ya que no debemos olvidar la presencia de otros indicadores
ambientales), se encargan de ajustar el período de este ciclo al
tiempo que le cuesta a la Tierra girar en torno al astro solar.
Sabido es que el sueño no es un fenómeno homogéneo, sino que
transcurre a lo largo de diferentes etapas de mayor o menor
activación que cumplen cada una de ellas una función diferente en la
recuperación biológica o de las propias funciones mentales. Podemos
distinguir dos tipos de sueño: el sueño lento (también denominado
NoREM o sincronizado) caracterizado por presentar una disminución
armónica de la mayor parte de funciones fisiológicas en diferente
grado de profundidad (fases 1 a 4, según el grado de activación sea
mayor o menor) y el sueño paradójico (también denominado REM o
desincronizado), en el que existe una actividad cerebral característica
de estados de vigilia, al tiempo que una hipotonía mucho mayor que
en las fases lentas, aparición de ensoñaciones, etc. La deprivación de
sueño, bien sea total (impedir que alguien duerma nada) o selectiva
(imposibilitar que aparezca alguna etapa característica), tiene una
serie de consecuencias molestas y perjudiciales para el sujeto, lo que
daría cuenta de la relevancia de las mismas en el buen orden del
funcionamiento orgánico y psicológico. Cuando se priva totalmente de
sueño, la necesidad de éste se hace cada vez más urgente cuanto
más tiempo transcurra sin dormir (si bien existen variables
moduladoras como la temperatura corporal), al tiempo que se
presenta una alteración de funciones perceptivas, cognitivas (memoria
y atención principalmente) y de psicomotricidad fina. Si es la fase 4 la
que se priva, lo habitual es la presencia de malestar vago e impreciso,
al tiempo que un característico efecto rebote, en el que durante el
sueño cada vez aparece antes la fase que hemos impedido su
aparición. Por último, cuando lo que se pretende es que no se
presente la fase REM, lo más relevante son las reacciones afectivas
que ello provoca, especialmente de ansiedad e irritabilidad, así como
dificultad de concentración y un claro efecto rebote, lo que, de nuevo,
es significativo de la necesidad de esta etapa para el buen
funcionamiento psicológico y orgánico.
A pesar de lo evidente del efecto producido sobre las reacciones
afectivas como consecuencia de la privación de sueño, el grado en
que éstas se ven afectadas depende también de otras variables como
los propios ritmos circadianos, la actividad manifestada, presencia de
eventos ambientales y otras como la ingestión de alimentos, por
ejemplo (Smith y Maben, 1993).
2.2. Los problemas del dormir
El objeto de esta exposición es mostrar la relación entre problemas
de sueño y reacciones emocionales, de ansiedad principalmente.
Bueno será, entonces, que previo a desarrollar nuestra disertación,
nos detengamos simplemente en enumerar las principales
disfunciones que ocurren en el período de dormir para, a continuación, centrarnos en las que consideramos que pueden tener
una relación más significada con dichas reacciones afectivas.
Resulta paradójico el hecho de que el sueño, siendo como es tan
necesario para la supervivencia y el buen orden del funcionamiento
psicológico y orgánico, y habida cuenta de los más que perniciosos
efectos que tiene el mal dormir, presente un abanico tan amplio de
trastornos y disfunciones como el que vamos a reseñar, y que pueda
ser afectado por tan gran número de eventos (físicos, biológicos,
emocionales, cognitivos, conductuales o de cualquier otra índole). Por
lo general, el proceder taxonómico de los trastornos del sueño se ha
construido en función de si se trata de alteraciones en la propia
actividad del dormir (disomnias) o si se caracteriza por la aparición de
fenómenos más o menos perturbadores que acontecen durante el
sueño (parasomnias).
Las disomnias principales son: a) trastornos en el inicio o
mantenimiento del sueño (TIMS), tradicionalmente definidos como
insomnio; b) hipersomnias, y c) trastornos del ciclo de vigilia-sueño.
Por su parte, las parasomnias se clasifican en primarias y
secundarias, según sean fenómenos que aparecen únicamente
durante el sueño, o se trate de manifestaciones que, pese a no ser
exclusivas de este período, se facilita su presentación durante el
dormir. La tabla 1 resume la clasificación más aceptada de los
trastornos del sueño, realizada por la Asociación de Centros de
Trastornos del Sueño
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