viernes, 13 de junio de 2014

HECTOR J DIAZ...ENTRE BOHEMIA Y POESIA.

En especial para los  hijos de Azua de Compostela y románticos dominicanos.

Héctor J. Díaz como cariñosamente les llamaban sus  contemporáneos y amantes de la bohemia sana, nació en la culta y  pintoresca ciudad de Azua de Compostela el 21 de Enero del año  1910.

Locutor, escritor, declamador, trovador y poeta. Estrella que  brillo con luz propia en el difícil y escabroso sendero del arte en la  República Dominicana.
Desde su infancia en  Azua, sus compueblanos oían con deleite, esa oratoria fácil y brillante  que brotaba a raudales cual si fuera el Dios Apolo inspirado en el  Olimpo.

Aún recuerdan los azuanos octogenarios, a este singular  decidor de versos enseñoreado en las ventanas de beldades de su tierra, en  la compañía de insignes trovadores hijos de Compostela, entre los cuales  puedo citar al inolvidable Armando Pérez  Hardy, al que tuve   honor de conocer y tratar, al casarse con mi pariente Iluminada Caamaño  con quien procreó una hermosa y ejemplar familia.

Héctor J. Díaz durante años, ha sido subestimado por quienes  a base de falacias transforman los medios periodísticos, no en las fuentes  para obtener informaciones fidedignas y enriquecedoras, sino en vulgares  páginas alienantes al servicio de espurios intereses.

El bardo azuano con toda su grandeza, no figura en esas  antologías contaminadas ex profeso por manejadores de opinión pública en  los asuntos literarios y poéticos.

Apóstatas carentes de  principios, claudicantes de vergüenzas que se postran cual lacayos, bajo  el manto putrefacto de esa burguesía que reniega aceptar que Héctor J.  Díaz no fue poeta por voluntad de las élites, ni se arrastró pedigüeño en  busca de limosna. Fue poeta por elección y voluntad de un pueblo  identificado con esa elocuencia viril, con ese arte genuino que generoso  regaba por doquier, memorizando sus poemas y cantando sus canciones. 

Entre tu amor y mi amor

Clavó sus garras el  orgullo

Pues como la hierba mala

Se sembró en mi  corazón.

Por eso voy presintiendo

Y con penas voy  llorando

Algo en mí se va muriendo

Algo en ti se está  acabando.

No se hasta cuando seguiré queriendo

Ni con que  fin te seguiré adorando,

Si vive el corazón adolorido

Y el  alma de penal languideciendo.

Te he querido olvidar y no he  podido

De nada vale mi valor de hombre

Pues hasta en el más  mínimo latido,

Siempre pronuncia el corazón, tu nombre.

Por  encima de las mezquindades de la llamada aristocracia, las figuras de más  renombre en el parnaso nacional fueron pródigas al emitir sus  consideraciones sobre este genial sureño, romántico y bohemio.

Para  Don Héctor Inchaustegui y Cabral,  “Fue un  poeta fuerte y perdurable, que en parte tenia tinturas de poesía negroide  y un ritmo inmejorable, donde prevalecía un estilo limpio, repletos de  imágenes claras y llenas de vida”.

Don Franklin  Mieses Burgos decía de él lo siguiente “Poseía una personalidad  única e inconfundible. La de no imitar a nadie. Razón por la cual, en su  verso ágil y sonoro, jamás podremos encontrar el grillete mohoso del  esclavo, ni mucho menos la humillante librea de un lacayismo bochornoso.  El era él en él mismo.

Por su parte Don Juan  Lockward el impertérrito Mago de la Media Voz, se pronunciaba de  esta forma “Fue antes que nada poeta. Espontáneo, natural y de fácil  estro; jovial e ingenioso a quien recuerdo siempre como ente inolvidable y  un amigo insustituible”.

El Periodista Miguel  Ángel Peguero Hijo, fue la excepción al hablar “Héctor J. Díaz, fue  el último juglar dominicano, un juglar que arropó de amargura sus últimas  canciones. Es de entonces que su verso, sencillo o desconsolado,  apasionado o candoroso, irónico o tierno, deja escapar sin quererlo un  acre aroma fúnebre, como esas rosas solitarias abiertas junto a una  tumba”.

Como productor de radio, hizo lo mejor de su época:  Recordar es vivir. Serenata Moderna. Cartas a la Posteridad. Canción de la  vida Diaria. Tradiciones, leyendas y supersticiones Dominicanas, entre  otros, que son ejemplos fehacientes del talento y originalidad de este  artista.

Sus composiciones musicales  representan la expresión genuina de su alma candorosa y bohemia, basta  citar unas cuantas: Tu Nombre. Dolores. Oh Paris, esta última un Bolero  lamento, que pone de manifiesto cual polifacético era el poeta, al  inspirarse en forma sublime en la invasión Alemana a Francia, perpetrada  en el año 1940 durante la Segunda Guerra Mundial.

Oh París  la de las cien catedrales

La de los Arcos triunfales, la de las  flores de liz,

Oh París, la de Marqueses galantes,

De  espadas, flores y guantes, Pompadour y Dubarry.

Hoy cruzan pasos  extraños la rue la pail

Y profanan sus santuarios de  Nostradams,

Y tiemblan los sacros manes de Perelachels,

Pues  no se cumplió la frase, no pasarán,

Oh París, quien dijera tú sino  París.

La bota teutona cruza Le Montt Parnase

Y ya de los  brounenatte, todo es tristeza,

París de las tantas glorias, siempre  tenaz,

Se escucha ya agonizante la Marsellesa,

Oh París,  quien dijera tú sino París.

Hoy manchan de lodo impuro tu  boulevard,

Se burlan los invasores de tu Trianón,

París de  las tantas glorias, siempre triunfal,

Hoy palpita en su sepulcro  Napoleón,

Oh París, quien dijera tú sino París.

Como hombre de pueblo, fue el creador de algunos Merengues e  incluso, escribió las letras de esa joya musical denominado “El Negrito  del Batey”. Son de su autoría, “El Mal Pelao”, “La Muerte de Martín“,  entre otros.

Publicó los siguientes  libros: Lirios Negros, en el año 1934; Flores y Lágrimas en 1935; Ritmos  Íntimos, en 1936; Plenitud en 1943 y Versos para una sola Noche, en 1946,  donde aparece el  que habría de consagrarlo para toda la  vida.

LO QUE QUIERO

Que nadie me  conozca y que nadie me quiera

Que nadie se preocupe de mi triste  destino

Quiero ser incansable y eterno peregrino

Que  camina sin rumbo por que nadie le espera.

Caminar rumbo adentro,  solo con mis dolores,

Nómada, sin amigos, sin hogar y sin  anhelos,

Que mi techo sea el cielo,

Y mi lecho las hojas de  algún árbol sin flores.

Que no sepan mi vida

Ni yo sepa la  ajena

Que ignore todo el mundo

Si soy triste o  dichoso.

Quiero ser una lágrima

En un mar  tempestuoso

O un granito de arena

En inmenso  desierto.

Cuando ya tenga polvo de todos los caminos,

Cuando  ya este cansado de luchar con mi suerte,

Me lanzare en la noche sin  luna de la muerte

De donde no regresan jamás los  peregrinos.

Y morir una tarde,

Cuando el sol triste  alumbre

Ascendiendo hasta el cielo

O descendiendo una  cumbre.

Que mis restos ya polvo los disipen los  vientos,

Para que cuando ella sienta remordimiento

No se  encuentre mi tumba,

Ni me pueda rezar.

Parte de su vida, la dedicó a la ingente tarea de impulsar  la presentación de artistas en el interior del país, en una nueva faceta  de su profunda sensibilidad.

Valiente y  osado, amigo sincero a carta cabal. Decía lo que pensaba de frente, no  sabía fingir ni mentir. Era cual fenómeno en una sociedad  veleidosa.

Falleció en la Ciudad de New York el 30 de Julio  del 1950. Sus restos mortales descansan en el Panteón de los artistas en  el Cementerio de la Avenida Máximo Gómez de la ciudad capital.

El  amigo de siempre, compañero en orgiásticas serenatas; el Locutor Alfonso  Martínez, realizó la recopilación de sus mejores poesías y las publicó  como homenaje póstumo.

Otro entrañable amigo, el músico y  compositor Luís Kalaf, escribió esta emotiva y hermosa canción  titulada

PLEGARIA AL POETA HÈCTOR J. DÌAZ

Fuiste la estrella  del sur

Que iluminaste mi signo,

Alumbraste con tu  luz

A través de la distancia.

Olvidarte no podré

Por  que vives entre nosotros,

Con tus canciones y poesías

En las  noches bohemias.

Fuiste el poeta intranquilo

Del licor y la  guitarra,

Por un amor tú viviste,

Por ese amor te  perdiste.

Nunca se olvida Héctor Díaz,

Tu poema Lo que  Quiero,

Y aquel cantar, en tu  lugar

Todo te hizo  inmortal. 

No es posible finalizar este artículo, sin hacerme  eco del sentir de las grandes mayorías; de esos dominicanos de almas  sensibles y gran corazón

Todos coinciden en  señalar, que las estaciones radiofónicas del país, salvo honorables  excepciones, no colocan en sus programaciones, espacios que busquen  rescatar aspectos relevantes de la cultura dominicana y que artistas de la  talla de Héctor J. Díaz entre tantos olvidados, sea prácticamente un   desconocido para las presentes generaciones.

Por el  contrario, las ondas hertzianas saturan el ambiente de programas que  suelen ser insípidos, carentes de un contenido verdaderamente  dominicanista, que constituyen un flaco servicio a nuestra idiosincrasia. 

Héctor José de Regla Díaz, es una joya  invaluable del más genuino arte en la República  Dominicana.

Su fuente de inspiración con raras excepciones,  siempre fue la mujer. La mujer del pueblo, llena de laboriosidad, noble,  digna y generosa.

1 comentario:

  1. SE HACE NECESARIO LA EDICIÓN DE UN LIBRO QUE INCLUYA TODOS LOS POEMAS , Y CANCIONES DE ESTE GRAN BARDO QUE ANDAN DISPERSAS EN VARIOS FOLLETOS .Y LIBROS TAMBIÉN, QUE SOLAMENTE CONTIENEN DETERMINADAS

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